Danny Boyle mezcla zombies con Brexit: “Somos una isla pequeña de mierda, no un imperio”

Danny Boyle (Radcliffe, Inglaterra, 68 años) se sienta ante el periodista y se echa a reír. Al cineasta inglés se le dan bien las promociones y la charla comienza en 1994, en la presentación en el festival de San Sebastián de su primera película, Tumba abierta, una comedia negra. “Fue antes de todo, qué tiempos”, se carcajea el cineasta. Y por todo se refiere a Trainspotting, a 28 días después, al Oscar por Slumdog Millionaire y otras dos candidaturas por 127 horas, a La playa o Sunshine, a proyectos mucho menos brillantes, a su salida del universo 007 cuando preparaba una película de James Bond, a su enfado con David Bowie cuando no le cedió los derechos de sus canciones para un musical o a su brillante miniserie Pistols, sobre la mítica banda de punk.
Es curioso que un cineasta con alma de autor como Boyle, que nunca ha descansado en su producción, sea de los que se sume a los proyectos solo cuando aparecen con financiación. Como 28 años después, que se estrena en todo el mundo —incluida España— el próximo 20 de junio. La primera se estrenó en 2002 y la segunda, 28 semanas después, dirigida por Juan Carlos Fresnadillo, un lustro más tarde. Los derechos de las continuaciones quedaron repartidos entre varias compañías, y tras su reunificación Boyle y Alex Garland se juntaron de nuevo para escribir. Así que del tirón habrá dos películas, porque a la vez se ha rodado la cuarta entrega, dirigida por Nia DaCosta. De ahí el abrupto final de la tercera y la ausencia de Cillian Murphy, protagonista de la primera. “Cuando lanzamos el tráiler, mi novia me dijo que un zombi se parecía a Cillian. Yo me reí y solté: ‘La gente no es tan tonta, no se confundirá’. Cómo me he comido mis palabras”.
Así que no, ese infectado por la rabia no es Murphy, que aquí aparece en los títulos de crédito como productor ejecutivo. Habrá que esperar a la cuarta. ¿Y la quinta? “Para mí es la tercera, porque sentimos que es un reinicio. Alex y yo, que la dirigiré, tenemos claro adónde queremos llegar y cómo, y que Cillian será muy importante. Pero todavía no hay guion ni inversores”.
En el cine de terror, el subgénero zombis siempre ha poseído una carga política. Cuando en el rodaje de La noche de los muertos vivientes George A. Romero tuvo que sustituir a su actor protagonista a pocos días de rodar por el afroamericano Duane Jones, inconscientemente sumó una capa añadida sobre el racismo en EE UU a la trama principal, y abrió un camino fílmico. En 28 años después hay una Europa continental libre de infectados cuyos buques de guerra patrullan las costas inglesas, mientras la isla vive en perpetua cuarentena. ¿A eso se le puede llamar Brexit? “¡Por supuesto! No hemos hecho un filme político, pero hemos usado de referencia el mundo actual y cómo nos comportamos en él, qué legado cultural vamos a dejar. El Brexit nos ha constreñido, encerrado, y de eso va 28 años después. Pretendían que era un crecimiento en el comercio, y en realidad es un mirarse el ombligo, es esa tontería de creernos superiores al resto de los europeos. Esa gran Inglaterra [pone tono pomposo], esas victorias históricas... Por eso en la película hay imágenes de, por ejemplo, Enrique V con Laurence Olivier y sus arqueros. Y somos una isla pequeña de mierda, no un imperio [carcajada]. Este pensamiento regresivo ha alimentado el Brexit".
En la trama, insiste Boyle, sí hay un trasfondo moral. “¿Qué haces cuando ya no te comunicas con nadie? ¿Cómo te comportas? El padre [Aaron Taylor-Johnson] apuesta por una educación brutal, entrenamiento militar. Matas o te matan. La madre, en cambio, aún enferma, tiene otras miras. Y el chaval protagonista busca su propia senda. Como tienen que hacer todos los adolescentes. Yo confío mucho en las nuevas generaciones, son mejores que nosotros... Bueno, son divagaciones de un señor mayor".

Con el éxito televisivo de series como The Walking Dead y The Last of Us, y su videojuego previo, ¿no sintieron que tras 28 días después se les había escapado el negocio? “Claro, teníamos que habernos llevado un porcentaje [carcajada]. En serio, siempre sentimos que el apetito por las historias de zombis no decaía. Y que nos marcaban parámetros, cosas que no teníamos que repetir, perspectivas frescas que explorar. Y aunque fuera una secuela, debíamos aportar nuevas ideas, como las distintas clases de infectados, o los machos alfa zombis, o que cacen o el recién nacido, que apunta que tienen sexo entre ellos: no tendrán cerebros, pero un cuerpo es un cuerpo, y toda especie lucha por sobrevivir”.
Abandoné la película de James Bond porque el guion les pareció demasiado radical, lo que para mí significaba interesante"
Boyle se salió de la 25ª película de James Bond con el proyecto bastante en marcha. Irónicamente, en 28 años después ha dirigido a un jefe de Bond (Ralph Fiennes) y a quien las casas de apuestas apuntan como favorito para ser el nuevo 007: Aaron Taylor-Johnson. “Más aún: piensa que Ralph hubiera sido un gran agente secreto hace 25 años. En fin, escribí aquel guion con John Hodge [su coguionista habitual, en filmes como Trainspotting] y les pareció demasiado radical, lo que para mí significaba interesante. Perdieron la fe en ese libreto [busca las palabras adecuadas para no meter la pata], y yo me di cuenta de que me iba a embarcar en un desastre. Así que nos fuimos". Pero de Taylor-Johnson no suelta prenda.

La conversación deriva hacia su relación con Alex Garland, al que conoció cuando solo era escritor, por La playa; hoy es un director con prestigio. “Su progresión ya se veía venir, de manera muy natural. Sus guiones son muy finos, porque le gusta investigar y desarrollar posteriormente sus ideas con el director, que te despliegues ante él. Y además tiene grandes ideas para el montaje. En fin, que nos sentamos juntos y siento que todo sigue, para bien, igual”.
Boyle acaba con las novedades tecnológicas que atañen a la forma de su último trabajo. “En 28 días después nos lanzamos, en sus orígenes, a las cámaras digitales. Aquí hemos abrazado los iPhones, porque permiten un montón de posibilidades. Rodábamos con muchos en fila y eso te deja usar las imágenes unidas o seleccionar un punto de vista, y con calidad 4K. Y refleja la violencia de una manera verosímil, es importante que se muestre cómo afecta a los cuerpos... Es parte de la responsabilidad de hacer un filme así, para adultos".
Pero, ¿no cree que ese mercado, el del cine para adultos, mengua cada día? “El cine adulto es una herramienta muy útil. Vamos a las salas a ver... extremos, temas que te llevan al límite y nos ayudan a pensar. Ahí toleramos esos extremos. En casa es otra cosa, ¿verdad? El ambiente es distinto". En las salas, en cambio, aplaudimos esa experiencia. “Claro, aunque la estamos perdiendo... ¿Que Marvel lo acapara todo? Es que Marvel acabará engulléndose a sí misma y se autodestruirá. ¿Qué quedará después? No lo sé, aunque aún quedan películas que me aseguran ese viaje distinto. Pienso en Los pecadores. Es original y te reta".
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